domingo, 2 de octubre de 2016

Sin palabras.


Las más extrañas, las más inusuales, las más hermosas. Ésas en las que solamente nos miramos a los ojos y no es necesario producir sonido alguno. No me refiero a esos breves momentos en que las miradas se cruzan, las sonrisas se dibujan y nos enamoramos un poco más. Hablo de esos momentos fijos que nos convertimos en un reflejo del otro, que leemos todo lo que somos a través de esa mirada. A veces lloramos, a veces reímos; todo sin decir una sola palabra, pues no necesitamos de eso para entendernos.

Nuestra vida se compone de momentos importantes. Lo que tú y yo hemos vivido es mi esencia y han sido esos momentos que, sin darnos cuenta, guardamos para la posteridad. No dejemos de conversar, de charlar y de siempre conocernos un poco más, pues aunque hayamos dicho todo, somos seres cambiantes; nuestros gustos e ideologías se modifican constantemente, nunca somos la misma persona, pero si de algo estoy segura, es de amarte seas quien seas.


Temas aleatorios que no llevan a nada.


Te he visto tantas veces hacer tarea y pasar de un tema a otro y sin saberlo, en vez de investigar alguna teoría científica, te encuentras leyendo acerca de todos los premios que ganó esa película austriaca que tanto quieres ver pero no has podido. Eso es divertido, pero no hay nada como hablar entre nosotros, comenzar con algo que realmente debemos discutir, recordar algo y jurar que en un momento regresaremos a lo que decíamos, y alejarnos del inicio. Pasar por tantos temas: familia, amigos, noticias, tragedias y alegrías; regresar a la familia y partir en reversa, ahora con los enemigos y los amores olvidados. Zarpar de la lógica y aventurarnos a universos improbables que nada tienen que ver con lo anterior hasta que, después de horas, uno de nosotros dice el clásico: "¿Qué te iba a contar?".



Sin parar de reír.


Nos entendemos a la perfección , tanto que muchas veces reímos al unísono antes de poder terminar las frases, luego tú dices otra cosa, entrecortada por la risa y ésta aumenta aún más. Un registro ascendente de comentarios absurdos, a veces fuera de lugar, a veces inocentes. Así seguimos hasta que el estómago nos duele y las lágrimas de felicidad corren por nuestras mejillas gracias al sincero humor que solamente entendemos nosotros. Tantos chistes, tantas frases sin sentido que desatan carcajada tras carcajada. Hacerte reír se ha convertido en uno de mis vicios más grandes y mientras viva, siempre buscaré hacerte evocar ese sonido que  para muchos puede ser algo común, pero para mí es señal de que todo está bien, pues las risas son lo que iniciaron nuestra relación y por nada dejaré que terminen.